lunes, 30 de marzo de 2009

La luz de la primavera celeste en un día soleadamente perfecto...

…Cuando ocurrió la matanza. La calle y la gente. La gente y la calle. ¡Un fabuloso río escarlata!... brillaba como luces dando la cara al sol de primavera. Un espectáculo mal oliente y, casi, animal. Un espectáculo que los animales carroñeros disfrutarían hasta estallar de satisfacción.

El bestial corazón humano, reflejado con potencialidad en las armas. ¡El asquerosísimo sabor de la guerra!... ¡El asquerosísimo sentido animal semi-humano!... el humano a penas conoce su sentido humano. ¿Y cree conocer el sentido sobrehumano?...

…¡Juguemos a equivocarnos!... para que los dioses se rían de nuestra ignorancia.

Más arriba... ¡Allá en el paraíso!...

- Mira el cielo, lo más alto que puedas ver…
- ¿Qué tan alto?...
- Lo más alto…
- No puedo más…
- Sigue viendo, cada vez más arriba…
- Veo lo mismo siempre…
- ¿Qué crees que hay allá?...
- El infinito o algo similar…
- Hay un universo, lleno de planetas, galaxias, cúmulos, nebulosas…
- ¿Lo que vemos por las noches?…
- ¡Exactamente!... la noche suele quitarnos una venda de los ojos, ¿No crees?...

sábado, 28 de marzo de 2009

Luz clandestina....

Luz no llegaba a Luz, ella era Lucecita. Lucecita por sus padres, sus hermanos y sus amigos… ¿Quiénes quedan?... a esa edad, nadie.
Lucecita jugaba a ser Luz y brillaba en su inexperiencia. En su brazo derecho yacía una bebé que no lloraba y era llamada Fabiola, aunque a veces tenía otros nombres, y en su mano izquierda un biberón de aquellos que nunca se quedan sin leche. Lucecita reía, corría y lloraba. A veces Fabiola caía de sus brazos, pero no lloraba, era más valiente que Lucecita.
Lucecita jugaba con las luciérnagas, las tocaba. Lucecita jugaba con las estrellas, pero no podía tocarlas. También jugaba con Pedrito, el hijo del albañil, aquel que se sentía atraído por la piel de Lucecita, aquella piel blanquecina y con aroma a crema humectante, como a rosas o talvez a vainilla. Pedrito olía su brazo, no olía a brazo o a rosas o a vainilla, sino a cemento y a veces a cenicero. Resultaba divertido jugar con los ceniceros de papá. Ya que papá no dejaba que jugara con aquella luz que metía en su boca, esa que le provocaba tanto placer, esa que despide tanto humo y que huele a cenicero. Lucecita consiguió una de esas para Pedrito. Pedrito se sorprendió de Lucecita, de sus habilidades clandestinas. Pedrito en sus adentros admiraba a Lucecita, porque su mamá no la regañaba. Lucecita solía invitar a Pedrito a su casa, llevarlo a su cuarto y proponerle juegos nuevos, de esos que nunca había conocido, de esos que hacían los papás de Lucecita y de otros que hacían Domingo y Sabrina, los hermanos de Lucecita, de esos en los que el que no se quita la ropa, pierde. También aquel que tanto les gustaba, el de respirar aquel talco que Lucecita sacaba del bolso de Sabrina, luego jugaban a alcanzar a la jirafa púrpura y escuchar el canto de los osos de peluche. Eran un coro excelente. Luego llegaba Domingo y jugaban al doctor. Ese juego no era tan divertido, pero era el único que Domingo quería jugar. Sin duda, la familia de Lucecita era la familia perfecta. Todos jugaban y compartían sus juegos. Mientras que Pedrito, tenía que pasar aburridas horas en la escuela, todo un castigo. ¡Diablos! ¡Que injusta es la vida con los pobres!...

La huella, después de tanto...

… Una huella marcó el destino y se zurció en la distancia. Una huella tras otra. Una cadena de huellas. Pasos y más pasos. El sentido del avance, el delirio del estancado. La huella, después de tanto, en el inicio de lo que puede ser el principio de lo que está por conocerse ya anteriormente conocido.

La huella después de tanto, es el testimonio del desaparecido. La huella es la historia y es el camino. Es el sello y es el canal que lleva consigo el fugitivo. La huella y el creador, formador y caminante. Creador de huellas. Creador pero no continuista. Escultor de pasos. Paso a paso.

La huella, después de tanto es un símbolo. Una metáfora. Un poema. Un llanto. Un recorrido. Un descanso.

martes, 24 de marzo de 2009

Anécdota

Sentada a las afueras de la Universidad.
Generando falsas ilusiones, un espejismo de aquel automóvil púrpura llegando justo ahora que le necesito tanto. Me ilusiono tan fácilmente que supongo, en la distancia, habrá de leer mi mente y llegará ahora mismo.
Una rústica forma de admitir mi ilusa forma de apagarme y dejar que caiga la noche en la espera.

lunes, 16 de marzo de 2009

A veces, es lo único que nos queda

El abrazo fundido. A veces es lo único que queda.

Aquel recuerdo que se pierde en la distancia, aquel trozo de viento que ahora es aroma valioso. Aquella pieza de ti y de mí, la unión genética y la unión cósmica, supremacía universal. Vida propia.

Tenía un nombre y un apellido. Tenía un cuerpo y todos sus sentidos. Tenía tu historia, tenía tu calma. Tenía una boca y el hambre en su alma. Un hambre honda, profundidad, barranco obscuro. Nadie se atreve a explorarle. Ni tú, ni yo.

¿Quiénes somos ahora?... desde que cambiaron nuestros nombres.

¡Maldito destino!... cambió nuestros nombres…

- Papá, vigila a tu hijo…

- Mamá, mejor hazlo tú…

¿Quiénes somos ahora?... ¿Merecemos esto?...

- Papá, ¡busca un trabajo!

- Mamá, ¡cuida de tus hijos!

¿Quién eres para juzgarme?...

- …

- …

Soy la sombra… aquel que rompe el silencio, aquel que llora en tu oído, aquel que visita tus sueños y pinta tus pesadillas. Soy tu peor miedo, soy el frío en tu cuerpo, soy el pesor en tu conciencia, soy el suspiro en tu llanto… ¡Soy tu hijo, mamá! ¡Soy tu hijo, papá!... ¿Por qué me dejaron morir?... ¿Por qué?...

jueves, 12 de marzo de 2009

¡Sí!

Sí, ¡Soy mala!...
Sí, ¡Soy satírica!...
Sí, ¡Soy sarcástica!

... ¿Y qué?...

A fin de cuentas, soy libre.
Nadie puede afirmar que no lo soy mientras los hechos no me obliguen a aceptarme como tal. ¡Soy libre!... hasta que permita lo contrario...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Pocas personas comprenden

Pocas personas comprenden la verdadera labor que cumplimos los escritores principiantes, o simplemente, son pocas las personas que quieren ver que existe una labor para nosotros. No obstante, son aún más escasas las personas que comprenden lo que hace un escritor o escritora sentandose a solas a observar su alrederor.

Tomando apuntes

Tomando apuntes, ahí sentada. Bajo una inútil muestra del silencio y dentro del marco de mis posibilidades estudiantiles; dentro de los muros, a fin de cuentas. Las posibilidades se vuelven inmensas después de todo. A mi lado, una adolescente lee un poema que escribió su novio, estruja su rostro al notar que el poema estaba acompañado de unos trazos que formaban la imagen de una mujer desnuda, una muy distinta a ella. ¿Seré yo?, se habrá preguntado. O bien, la indirecta es clara en todas las interpretaciones que quiera hacerse respecto a ella.
Una escritora como yo simplemente resume la realidad y enfatiza lo "inenfatizable", ¿Qué puedo saber yo de eso?... nada más lo que mis dedos procesan al cabo de segundos de observación subjetiva hacia el mundo.
Shh... no le digas a nadie...

miércoles, 4 de marzo de 2009

Alma en vejez

…y sus palabras siempre serían las mismas. Nunca habrá un “adiós” más salado que el de aquella noche. Porque aquella noche, se vislumbrará traslúcida y desteñida en la memoria fortuita del alma en vejez.

…Y se hizo la prostitución

Los campesinos, dueños de las tierras. Sudaban el trabajo, sudaban la justicia. Vestían lo necesario, comían lo necesario, tenían lo necesario.

El llamado, la coincidencia. Unas naves se divisaban sobre las aguas allá en la lejanía, eran sorprendentes, se movían sobre las aguas, se acercaban. Algo nuevo estaba por conocerse.

Hombres distintos, hombres con piel de distinto color, hombres y mujeres diferentes. Trían consigo objetos nuevos y nuevos lenguajes, creencias y pensamientos...

…y, ¡Se hizo la prostitución!...